Originario del norte de África, el orégano (Origanum compactum) crece en zonas montañosas y soleadas. Sus hojas, de un color verde oscuro tiene un sabor picante y sus flores, de color malva, se agrupan en inflorescencias compactas. De sus hojas se extrae, por destilación al vapor de agua, un precioso aceite esencial de múltiples aplicaciones.
El aceite esencial de orégano tiene una antigua reputación y es y ha sido utilizado tanto en la cocina y la medicina desde siempre. Los griegos usaban el orégano ampliamente, tanto interna como externamente como un remedio para los venenos, narcóticos, convulsiones y la hidropesía.
Terapéutica: imprescindible en la defensa del organismo, el orégano es un potente antibacteriano de amplio espectro, antiviral, fungicida, estimulante del sistema inmunitario, antiparasitario, tónico y estimulante en general. Asimismo, el orégano elimina las candidiasis, las infecciones de la piel, las verrugas y el pie de atleta, acelera la curación de las heridas y reduce el dolor de golpes, esguinces, tendinitis y artritis. Actúa contra la inflamación de las encías, previene la aparición de ampollas y es ideal para superar resfriados, gripes y herpes. Otra propiedad es su actividad antioxidante, por lo que también protege a las células de los daños causados por los radicales libres.
Combina bien con: lavanda, romero, bergamota, manzanilla, ciprés, cedro, árbol del té y eucalipto.
Precauciones: es irritante cutáneo y de las mucosas, por lo que conviene aplicar diluido en aceite vegetal.